martes, 17 de enero de 2017

Tanta nieve, tanta nieve,
¿no será que quieres callar?
Vendrán los vientos,
harán un largo camino,
intentando deshelar tu corazón.
Vendrán los cuervos,
sobre sus alas frías,
para comerse tus mentiras.
Llegarán últimos rayos,
últimos rayos,
fundiendo mis esperas.
Tanta nieve.
Te alejas y
pierdo tus huellas.
Tanta nieve.
Te fugas y
floto en la superficie.

A partir de este momento,
¿cómo sentiremos
ese momento?
Ha pasado, fue fugaz.
Si lo despedazásemos,
quizás, ni existiría.
Así que aquí estamos,
pensando en nada,
sintiendo ni eso,
recordando un vacío.
Mientras llueve y
llena la tierra de agua,
los labios de luz.






¿Vives el momento?

Ese momento, ese
preciso momento
cuando se acaba el día
pero, aún, la noche
tiene miedo de entrar.
Se hace silencio,
las luces se confunden,
si sí, o si no.
Hay posibilidad de velas,
aunque no es fiable.
Hay propuesta de manta,
pero nadie tira de ella.
El instante de tonos grisáceos
en tu pupila,
de silencio de los pájaros,
ruido de estufas.
Ese momento, ese
preciso momento,
cuando tu mano
encuentra la respuesta
en la yema de mis dedos.

El invierno te ha sorprendido
acompañada.
Se ha colado entre las fibras
de su jersey.
Se ha colado y fue como
una bofetada fría
en tu suave mejilla.
Te arañó desprevenida,
helando el abrazo
que iba a darte.
Su pelo, blanco ahora,
cuenta historias de hace primaveras.
Cae sorprendido, al notar, 
que sigue su dirección
tu mano arrugada.
Desde la nieve de tus pestañas,
esa mirada cielo,
que da voz a sus águilas,
espacio a sus olvidos,
paz a sus preguntas.

Es tan pronto, tú siempre
te quedas en la cama,
así que salgo descalza,
para no despertarte.
Camino hacia el vacío,
que dejaron nuestras cosas,
cuando nos mudamos.
La casa ahora está apagada,
casi llueve y salgo al pasillo,
buscando bombillas que romper.
Me gusta su sonido cuando se suicidan
contra la madera.
Destellos de dolor al pisarlas,
como perlas que cuesta crear.
Bailo sobre los cristales,
antes de volver a la cama
y pisar de rojo tu sueño.
Bailo sobre los cristales,
antes de llorar.

Paso por todo esto

Mi aliento licuado, 
es parte de este batido
vital, que cada noche
aspiras exhausto.
Raciones de suspiros,
Trocitos de susurros,
Pulpa de grito- que,
aquel día, se quedó en la garganta.
Tus hombros crecen,
mientras me convierto 
en polvo.
Tus labios se hinchan,
cuando así desaparezco.
Se dibuja, en la ventana,
un sonido de rotura.
Quise entenderte,
afilaba oídos aplicada,
alumna muda.
Tus palabras eran carne,
eran fuego, engañaban
con la verdad.
Siempre fuiste, lo supe,
o pensaba que fuiste,
la marca de agua en mi
alma.
Vuelves los lunes, aprietas
mis silencios, buscas
tus respuestas.
Y no hay herida.

A corazón abierto,
susurras el bisturí
de tu llegada.
La ciudad oscurece enfurecida,
los semáforos lamen sus charcos.
Derramamos restos del día
en los cristales teñidos de rojo,
Apretamos las narices
contra la tarde.
Desnucamos las horas,
desnudamos esquinas,
derretimos silencios.
Tu mano, aún caliente,
deja un caminito salado.
No te oigo desde aquí,
nos separa mucha nieve,
que era agua,
era lágrima.
Antes de convertirse en palabra,
se congela la intención.
Creo que sabes la fuerza de la montaña,
Supongo que presientes la avalancha
de la tristeza.
Braziabierto esperas mi escucha.
Boquicerrada trago hielo.
Porque el amor es el pájaro
que se escapa de la jaula 
de mi palabra