lunes, 18 de abril de 2016

Detrás de tus ojos cerrados
todo un mundo licuado.
Oleada de fragmentos,
marea de marcos
sin imagen.
Todos los agujeros
detrás de los clavos,
ya desaparecidos.
Desconexiones brillantes,
quietud necesaria,
debajo de tus párpados.
No puedo entrar
en este estado.
vuela...

Anochece y, junto a mi pelo,
caen tus brazos.
Es primavera, logramos alcanzarla,
sin mayor sacrificio.
Los pasos no cuestan tanto,
si vamos descalzos.
Agudizamos sentidos,
todo es agua, todo es
calma.
Estallan entre los dientes
últimas orugas del adiós.
Anochece y ya no cuesta tanto
morir.

Palabra-

Tu palabra es un grillo,
apenas mide dos letras.
Una especie nocturna
de parálisis emocional.
Me lleva al secano inevitable
de tu calidez repentina.
Soleada, de pronto,
crea ciento ochenta letras más
y ni tú ni yo podemos parar sus saltos.
Palabra hambrienta, omnívora,
practicando el despiece agotador
de lo que dije para callar. 
Déjame pasar, abre
los ojos vacíos de luz.
Córrete un poco,
en silencio, sin prisa.
Hazme sitio, para que
te haga tú.
Desabrocha la luna
de tus labios,
porque no puedo ser
polilla bajo el firme foco
de tu llave.
Palpa la noche,
deja que la saliva te guíe
hacia ese sitio inseguro,
ese que abre caminos,
un miércoles inesperado.

Pregunta ratón-

Es curioso que los dos
escribamos sobre gatos,
aunque nada ronronee 
en nuestras entrañas.
Nos arañamos con palabras,
afilando cada letra,
cediéndola entre los dientes.
Y amanece sin más,
a las cuatro ya es de día
en este país sin persianas.